Mi camino en el Ashtanga Yoga


Desde muy pequeña, mi vida estuvo marcada por la danza. Fui bailarina de ballet clásico durante 15 años, sumergiéndome en el sistema Vaganova. Fue allí donde comencé a conectar con mi cuerpo, a comprender la importancia de la disciplina y el enfoque, y a sentir el poder de moverme al ritmo de la música. Tuve maestros que no solo me enseñaron a bailar, sino que me mostraron lo que significa vivir con pasión y sensibilidad a cada movimiento.​
Al cerrar ese capítulo de mi vida, el Ashtanga Yoga llegó a mí como una revelación. Esta práctica me ofreció una herramienta más poderosa que cualquier técnica: la respiración. Aprendí a moverme, a fluir, pero no al ritmo de la música exterior, sino al de mi respiración, esa música interna que nos conecta con lo más profundo de nuestro ser.







Mi corazón me llevó a Mysore, India, en 2014, para profundizar en este camino. Fue allí donde encontré a mi Gurú, Sri Sharath Jois. Desde el primer instante en que lo vi, supe que él sería mi guía espiritual. A lo largo de los años, volví una y otra vez a Mysore. En 2016, recibí su autorización para compartir la Primera Serie de Ashtanga Yoga, y en 2018, la autorización para enseñar la Serie Intermedia. Pero más allá de los títulos o las autorizaciones, lo que me enseñó el yoga es que siempre soy aprendiz, siempre estoy en constante evolución.


“Nunca comencé mi práctica de yoga con la intención de ser maestra. La autorización que recibí es un reflejo de mi compromiso con el autoconocimiento y con el deseo profundo de comprenderme a mí misma. El cuerpo ha sido mi compañero desde siempre. He aprendido a cuidarlo, a escucharlo, a leer sus mensajes, porque sé que es un libro abierto donde se refleja mi mente y mis emociones. Ser guía es un bello recordatorio de que cada día sigo aprendiendo, y esa es la verdadera riqueza de la práctica.”

En 2008, mi madre fundó Casa Atma, un centro holístico en Puebla, México, un espacio que ha sido un refugio de sanación y conexión. Con el tiempo, me uní a ella en esta labor, y desde entonces, he tenido el honor de compartir la práctica de Ashtanga Yoga en este espacio sagrado. Es un lugar donde no solo enseñamos técnicas, sino donde invitamos a cada persona a conectar con su verdadero ser, a escuchar su cuerpo, a encontrar paz en el movimiento y la respiración.